- Diga. - Te estoy llamando desde los servicios, a las cuatro te espero en mi casa, estaremos solos.
Creo que se me paró el corazón. A las cuatro… ¿qué hora es? Miro el reloj, algo más de las tres, quedé un momento mudo. Solos, en su casa, a las cuatro… Decidí planteármelo con calma aunque no era fácil, el ritmo que llevaba la noche y mi excitación no entendían de calma, sólo faltaba una hora. Seguí un rato más con los amigos intentando relajarme y al rato me fui a casa “porque quería madrugar al día siguiente”. Efectivamente fui a casa pero para poner algo de música mientras me duchaba y me preparaba para la que sería seguramente la mejor noche que había pasado en mi vida.
Eran casi las cuatro cuando llegué a la calle donde vive Ana, no se veía nadie, al intentar llamar a la puerta vi que estaba abierta, la empujé y entré de puntillas. Ella me esperaba de pié en el salón con un dedo apuntando a sus labios para que no hiciera ruido. Me acerqué despacio, eché su pelo hacia atrás mientras le besaba el cuello y le susurraba:
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