miércoles, 8 de julio de 2009

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Esa noche había más gente, pero ya estaban dormidos o desmayados de la borrachera, yo le digo que voy a buscar dos kurdas más, y me voy a la cava que está en la cocina a buscar dos cervezas, cuando voy de regreso, está Samantha en la puerta de la cocina viéndome de una forma muy extraña.

- Daniel, ¿tú probaste la torta? - No, le respondí extrañado por esa pregunta tan fuera de lugar… - Porque está muy rica - Me dijo mientras mordía una fresa sensualmente - Ah, que bien, la pruebo mañana…

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Me llamo Daniel Velásquez y tengo 20 años, vivo en Caracas, Venezuela. Lo que les voy a contar sucedió cuando yo tenía 18 años, vivía con mi mamá y mi primo, que tenía mi misma edad, él tenía una novia que se llamaba Samantha y tenía 18 años también, desde que nos conocimos, me impactó la chica, está muy buena, es bonita y bien agradable.

Desde que nos conocimos tuvimos una muy buena relación, de momentos pensé que la chica me estaba sacando cuadros, pero preferí pensar que me lo estaba imaginando, a veces salía con ella sin mi primo, nos hicimos muy buenos amigos. Todo comenzó en mi cumpleaños 18, hice tremenda rumba, jodimos hasta el amanecer, ya casi todos se habían ido, mi primo estaba demasiado borracho y se había dormido, Samantha también estaba tomada, todos los demás se habían quedado dormidos, sólo quedamos ella y yo bebiendo y hablando en la sala.

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- Este es mi sabor, ahora quiero que me llenes del tuyo. -Creo que no puedo aguantar. Dije entrecortado. - ¿Donde quieres correrte? - Donde tú quieras. - Dame tu leche aquí, volvió a meterse la polla en la boca hasta la garganta. - Toma mi leche.

Exploté en una eyaculación increíble. Ana seguía chupando con más ganas, mi esperma rebosaba por la comisura de sus labios. Abrió la boca y descargó sobre mi vientre. Se quedó mirándome, en sus labios había restos de mi orgasmo.

- ¿Quieres conocer tu sabor? Se acercó y me besó de una forma apasionada. - ¡Me has vuelto loca!

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- Verte disfrutar como lo has hecho, ha sido el mejor regalo que un hombre puede tener, le dije mientras le cogía la mano. - Mi regalo eres tú, y el tuyo todavía no ha llegado, me dijo, no sin cierta picardía.

Se incorporó y poniendo una rodilla a cada lado de mi cuerpo, comenzó a darme mordiscos en los pezones.

- Tú también tienes cosas para chupar.

Se fue deslizando hasta llegar a mi polla, que estaba todavía húmeda, la recorrió varias veces con la punta de la lengua hasta que la metió en la boca hasta donde pudo. Daba vueltas con los labios alrededor de mi capullo y mientras me hacía una paja, me lamía los huevos.

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Sus pechos se movían en un vaivén cada vez más frenético hasta que los sujetó pellizcándose los pezones y lanzando un quejido de placer interminable. Puso su mano en mi pecho para que parara y estuvo un momento con los ojos cerrados y quieta.

-Sácala despacio que ahora me duele, dijo con los ojos entornados sobre unas leves ojeras que le aparecieron.

Así lo hice, y me tumbé junto a ella.

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De rodillas, puse mi polla sobre ella, y empujaba para que mis huevos rozaran su clítoris. La cogió y la frotaba en su vientre para después comenzar a pajearme. El movimiento de su mano hacía que el roce con su clítoris aumentara. Elevaba sus caderas de placer hasta que cayó sobre la cama.

- No puedo más, fóllame mi vida.

Coloqué mi capullo en la entrada y empujé un poco, estaba tan lubricada que no me costó entrar hasta la mitad.

- ¿La quieres toda?. - Sí, toda para mí, métemela toda.

Dio un breve quejido y se mordió un brazo.

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Mi boca fue ganando terreno hasta esa zona mordiendo y chupando cada centímetro de su cuerpo, cuando llegué al ombligo, hice círculos con la punta de la lengua y aproveché para quitarle las braguitas húmedas. Ana, con lo ojos cerrados, arqueaba la espalda queriendo hacer más corto el camino de mi boca hacia su coño. Cuando llegué a esa altura, besé despacio sus labios, los separé con la lengua y me fui lamiendo su ingle hasta la pierna. Ana gemía, abrió sus ojos y levantó las caderas ofreciéndome la fruta que más había deseado en mi vida.

Incliné mi cuerpo y me acomodé para el banquete. Pasaba mi lengua de abajo arriba y pellizcaba el clítoris con los labios. Sus flujos eran abundantes y no dejaba que se escaparan. Metí mi lengua en su interior y la movía, quería hacerla explotar. Ana cogió mi cabeza y la puso sobre su vientre.

- Quiero correrme contigo dentro. Quiero sentir ese trozo tuyo en mis entrañas.